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15 nov 2012

Feliz en el aviario

Se acerca ya el duro frío y la noche cruda...
En estos meses que me quedan hasta la temporada de cría próxima he estado apurando la cría de las últimas parejas, así como adquiriendo algún ejemplar para la siguiente época, desparasitando los que ya tengo, separando algunos ya y haciendo pequeñas mejoras en el aviario.
Cada día voy conociendo a más gente con la que charlar de este hoby, me llena de orgullo y satisfacción poder ayudarles con sus dudas así como contarles mis experiencias y hablarles de mis pajaritos.
Este año no puedo decir que haya sido bueno, como tampoco puedo decir que haya sido malo.
Simplemente me alegro de los pollos que he sacado y me conformo, esto de tener un aviario requiere de mucha paciencia así como de trabajo diario. Pero pienso que toda esa inversión dará frutos.
Por las tardes cruzo el jardín y con una sonrisa levanto el plástico que cubre a los australianos, los saludo y compruebo que estén bien de salud. Paso a cojer los comederos e irlos llenando, igual con los bebederos, preocupandome de limpiarlos en caso de ver verdoso o de echarles vitaminas o medicación si así lo requieran.
Compruebo como están las bandejas, de estar sucias las saco y las frego para después ponerlas al sol. Los peris se bajan al suelo para mirar asombrados que este ha desaparecido, hablan entre ellos.
Me entretengo un rato mirandolos, viendo como interactuan, sonrío pensando que la mayoría de la gente solo ve pajaritos silvando. Yo veo las discusiones, los acercamientos, los besitos que le dá un macho porque quiere copular y como ella le rechaza, veo a los jovenes inquietos, a los adultos siempre silvando como contandole una historia a sus parejas. No puedo evitar reírme.
Enciendo la luz del aviario, cojo lo que necesito y cierro la puerta blanca para así poder abrir la de acceso sin peligro de fugas, la cierro tras de mí y saludo a los Ingleses, por lo general siempre están mis dos galanes cantando ante los nidos. Compruebo la jaula de los peris australianos que tengo dentro y abastezco de comida y agua, después toca lo mismo con los conejos, que en cuanto me ven se acercan dando saltitos porque ya saben que les llebo comida.
Salgo al exterior del aviario y por variar los agapornis están escondidos en sus nidos, los canarios y mandarines dando saltitos esperando el alpiste.
Saludo a mis Crestadas y le dedico unas palabras cariñosas a mis dos bichas, Grace e Indi. 
Levanto el plástico del jaulón nuevo para ver a mis preciosos bourkes, a las rosellas y peris de rabadilla roja los cuales empiezan a cantar.
Cojo la escoba y barro todo el suelo, procurando no dejar ninguna caquita de los conejos.
Tras esto comienzo por echarle de comer a los del jaulón, después a los canarios para seguir con los pornis.
Vació el agua del cacharrito del suelo, la relleno y hecho algo de mixtura en el cuenco verde.
Enseguida el aviario es un bullidero de actividad. Los conejos son siempre los primeros en beber del cacharro así como probar algo de mixtura de los pajaros, estos bajan al suelo y en perfecta harmonía prueban el alpiste, bueno perfecta no, porque a veces Don Palomo se enfada y no comparte el sitio, en esos casos tampoco pasa nada ya que lo que tira picoteando es aprovechado por los demás. Al igual le pasa con el agua, cuando se apropia del cacharro los demás deben de esperar jajaja.
Me divierto viendo a los canarios con sus riñas haber cual come primero, a los pornis aguardando los turnos.
Vuelvo al interior y relleno los comederos, enseguida vienen los ingleses y algún otro a comer.
Grace me pide pipas, e Indi en cuanto la ve, celosa la espanta, por lo que tras reñirle tengo que interceder y ponerme en medio mientras en cada mano se posa cada una para comer.
Me voy feliz de que todos estean bien, contenta de mis pequeños emplumados, contenta con mi hoby, con mi colección, con lo que he logrado.
LLego a casa y enseguida hablo con mis amigos internautas de las parejas, de las nidadas, de lo que quiero hacer futuramente en el aviario.
Esto me hace feliz.

No soy una persona que fume, ni beba, no salgo de fiesta a menudo, no pierdo el tiempo viendo novelas o cotilleando en la ciudad, no me compro la última moda.
Todo se lo dedico a ellos, en comprarles pienso, en pasarme tardes reparando nidos, construyendo jaulas, viajando por media galicia unicamente para traerme un pájaro determinado, charlando horas y buscando información para conocerlos más.
¿Compensa? Economicamente no, ya que lo poco que gano vendiendo alguno es para pienso o para traerme otro nuevo ejemplar. ¿Compensa? Si, porque cuando entro allí se me olvida todo lo demás, disfruto desde el momento en que se emparejan, hasta el momento en que mis pajaros son abuelos jajaja.
También lo paso mal cuando fallece alguno, hasta el punto de llorar amargamente, pero ellos están ahí para darme nuevas alegrías, para emocionarme cuando escucho píar y sé que mi esfuerzo a hecho que en mi aviario nazca otra pequeña vida.
Esa Satisfacción, ese orgullo no se puede comparar. 

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